Era de noche. Mi cara estaba pintada como sí proviniera de otro planeta.
Estaba totalmente ajena a las personas que me chocaban, o que empujaba sin darme cuenta. Lo creí razonable, debido a que era de noche, y a la noche el centro comúnmente se llena. Esas personas con las que me encontraba, eran personas que tenían en su cara felicidad, más allá de cualquier problema personal.
En esas personas, veías a la típica familia de vacaciones. Consumistas en su totalidad, y seguramente cumpliendo los caprichos de sus hijos a semejanza, que por supuesto no está mal tampoco aunque no dudaba en ver alguna madre o padre, que llevara a su pequeño a rastras debido a que el crío no le compraron lo que quería. Sin llegar a eso, veía también las parejas más principiantes, sin hijos, aunque se notaba que deseaban uno. Futuros padres sin duda. Muy grandes para la joda, pero muy delicados para el mundo que presentaba tener familia. También se podía ver a los grupos más jóvenes, más o menos de mi edad y un poco más. La mayoría tenían cara y actitud de querer conseguir algo para la noche, un intercambio de números de teléfono, su Facebook quizás. O simplemente un grupo de adolescentes que buscaba pasar un rato con sus amigos.
Por supuesto que yo ya había perdido ambas cosas, y simplemente iba centrada en encontrarlo a él.
Mientras caminaba aligerando el paso, gracias al nerviosismo, creo, bastantes cosas pasaron por mi cabeza. Qué iba a ocurrir, era una de ellas. Marchaba con la cabeza en alto, con la idea inservible de que así, lo iba a advertir más rápido. Después de dar 2 vueltas completas al centro, me pare en la calle y mire a mi alrededor, al ver que no lo distinguía, me agarre los pelos, y suspiré con un tono de desaliento.
No me interesaba nada. Ni la multitud a la que empujaba, ni la cara de irritada con la que iba. Tampoco me interesó haber pisado varios charcos, lo que dio como resultado que se me mojara todo el jean. Y así iba. Con el jean roto, causa de unos cortes que yo misma le hice, y mojados en las puntas por los charcos que había pisado muy inadvertidamente. En ese momento me empezó a molestar ir arrastrando los jeans, y me molestó mucho más cuando iba descalza por la calle. Sabía que me estaba lastimando, pero tampoco eso me interesó.
Y lo vi, lo encontré. Mi primera reacción fue alborotada, y le pregunté sin más por qué me había dejado sola. Contestó con algo que yo me había esperado, más conociéndolo. Contestó excusándose como que él había entendido mal lo que yo dije. No le creí ni una palabra. Justamente me contó que se había encontrado a un amigo de toda la vida, a lo que le respondí que no me importaba, que yo quería volver a mi casa. Era lo único que quería. Sinceramente no sé que me respondió, entre su cara de desinteresado, y mis nervios que explotaban, no entendía nada. A pesar del enojo y las demás sensaciones que tenía en ese momento, me pude dar cuenta de que se río, era notable a simple vista dejando de lado cualquier sentimiento a punto de hacer erupción. Realmente me molestó. Yo seguía con que quería volver a casa, y le dije que me diera su celular. Se volvió a reír. Me di cuenta de que estaba gritando, no le di más importancia y decidí caminar más rápido.
Busqué en mi bolsillo con esperanza de poder hallar algo, y encontré 50 centavos. Quizás no demasiado, pero lo justo para llamar de un teléfono público a mi papá para que me viniera a buscar. En mi cabeza iba planeando la conversación. Creo que cuando hay que darles una mala noticia a nuestros padres, buscamos las palabras más sutiles e indicadas para decírselo. Seguía caminado y podía ver un teléfono público a unos 100 metros de mí, pero antes de eso paré, y me senté en el cordón.
Venía llorando hace bastante, ya me sentía muy mal. Mientras lo buscaba trataba de no derramar una lágrima, pero cuando lo vi y hablamos 3 palabras locas, empecé a llorar como la peor. Lo único que pude hacer en ese momento, fue sentarme a llorar desconsoladamente. La gente pasaba y pasaba y ocasionalmente alguien se volteaba a verme. Entre tantos juegos y alegrías, yo era la única amargada.
Lloré, lloré y lloré. No sabía exactamente el motivo, pero lloraba de todos modos. Quizás fue la desesperación, no lo sé. Trataba de calmarme y pensar en el próximo paso que iba a dar, pero era imposible pensar en frío en aquel momento. Sabía que sí hacía esa llamada, ardía Troya. Logré parar de llorar, o hacerlo en voz baja por lo menos. Y se me acercó. Trató de calmarme y lo saqué. Le dije que lo único que quería era volver a mi casa. Estaba lejos, era una locura con solo pensarlo, sola, de noche. Cuando entre sollozos termine de pronunciar “Volver a casa” Me rompí en lágrimas.
Seguí caminando, por fin a casa. Me dolían mucho los píes, estaba lastimada sin contar mojada. También estaba acompañada, pero por algún motivo no me sentía mejor. Podría decir que me sentía hasta peor.
Seguía. En ese momento mi hermano estaba con él.
Tomi, mi hermano me supo consolar. No sabía qué hacer. Pobre pensé. Me abrazaba creyendo que así iba a dejar de llorar, y me decía que me calmará, que estaba todo bien. Paró, y compró un par de cosas, entre ellas chocolate. El camino a casa, fue muy silencioso. Yo seguía llorando, e ignorando los comentarios de él. Tomi en silencio me seguía abrazando.
Al llegar a la puerta de la casa, paré, respiré, y le pregunté a mi hermano sí estaba bien, entré, y fui al baño. Hice una rápida inspección y comprobé que me veía bastante zafable. A partir de ahí, y hasta estos momentos, hice como sí nada ocurrió y lo ignoré.
Cada palabra, cada gesto, cada sensación, simplemente no existe.
Me dolió mucho saber que lloraste.Te extraño
ResponderEliminarno te puedo explicar lo que produjo leer esto ... me dieron ganas de abrazarte, espero que estes mejor, se nota que no se que carajo decirte, pero me diero ganas te comentarte
ResponderEliminar